Republica Digital III. La soberanía

Sin categoría 23 junio 2007 | 0 Comments

Siempre he pensado que un 25% del matrimonio es bricolaje. De ese 25%, el único bricolaje que existe es el queda por hacer. Todo lo hecho es evidente que, como muchas cosas en la vida, no se ha hecho nada más que cumplir con el deber. El día que incorporen a los cursillos matrimoniales labores del hogar y bricolaje, se produciría uno de las revoluciones pendientes más importantes en nuestra cultura. Ya no sé trata sólo de compartir, sino de valorar. Planchar una camisa o poner cierres magnéticos a un armario se vive en una soledad hiriente, si la contraparte no conoce hasta que punto es complicado.

Lo mismo pasa con las nuevas tecnologías. Es más lo que queda por hacer que lo hecho. Y se ha hecho mucho. Algunos hasta creen que demasiado. Vivimos en una especie de vorágine de la presión continúa por la novedad que mejore lo anterior. No es la novedad de la moda. Una novedad que mejore lo anterior.

Second Live ha dejado de ser un juego. IBM ha puesto una oficina para realizar presentaciones y eventos. Una alumna de la Universidad Pública de Navarra ha realizado su Proyecto fin de carrera sobre la creación de una universidad virtual. Las empresas luchan cada vez más por tener un escaparate relevante en la red y, muchas otras, se han aprovechado de ello colocándose como meros intermediarios. Si buscas un hotel concreto en Balí, no aparece en primer lugar. Aparecen miles de agregadores de información sobre hoteles.

Los estados pierden su soberanía sobre la vida en Internet, para bien y para mal. La colaboración entre ellos nunca ha sido tan necesaria. Una sociedad abierta es uno de los principios que venden tanto conservadores como progresistas aunque sea por derribo de sus propias posiciones autistas.

Está claro, pues, que Bil Gates tiene más opciones para influir en la política de los Estados que yo mismo. Del mió y de muchos más. ¿Un hombre un voto? Si. Pero están apareciendo comunidades de pensamiento y de acción que aúnan esfuerzos más allá de las fronteras del Estado. Hacen que el voto, su influencia, sea ridícula comparándolo con la efectividad en la red. Tiene que ser así, que ya no es relevante, porque hasta los conservadores han adoptado metodologías de partidos de masa. Manifestaciones, firmas en la calle, dialécticas hegelianas, etc. Si lo hacen es porque ya no es una amenaza para la moral de la clase de media.

Están ocurriendo más cosas en la red que fuera de ella. Los medios de comunicación escrita hacen planes para hacer desaparecer la prensa en papel. Siguen siendo productos para individuos pero llegarán a más de ellos. A la vez, tenemos más control sobre lo que dicen y escriben. Sólo los poderes que se mueven fuera del ámbito de lo cotidiano o del control de los demás, pueden aún hacer que las cosas aparezcan como ellos quieren. El tiempo de reacción de todos los demás afectados, se ha acortado. Ya puede ser cierto lo que piensas y defiendes, vendes o produces, porque en menos de 24 horas habrá una replica. De esa replica una espiral de debates en red.

La transparencia que provoca la red hace que la igualdad de oportunidades sea más real cada día. En las universidades medievales los alumnos se agrupaban por naciones y, por encima de ellas, las especialidades y los honores. ¿Por qué me fijo en ello para la política que creo que viene? En todos los cambios de paradigmas en nuestra cultura la Universidad no ha desaparecido. La siguiente idea sería buscar las instituciones del mundo libre y devolverles la participación política que le hemos cedido a las sectas ideológicas. ¿Un hombre un voto? Si. A la vez crear organizaciones con poder político supranacional y dejar reducido el Estado a sus menesteres directos.

Declaro, por tanto, que para la sanidad mental de todos, aceptemos que la red nos acerca a la demolición de poderes ineficientes. Sólo tenemos que abrir los ojos. La soberanía reside en el pueblo y nunca ha estado más informado, formado y con capacidad para que esto sea universal, para todos. Las culturas o grupos que viven en el siglo XIV, que espabilen

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