El anonimato y la privacidad
En la Internet no me canso de introducir mi nombre, nick, seudónimo, correo electrónico, nombre real, contraseña….La verdad es que si que me canso. Estoy harto. Quiero decir que paro de hacerlo mismo unas dos veces al día. Ahora como metíamos correos inventados, tengo que contestar, además, a un correo para verificar que es el mío.
He optado por hacer coincidir mi nick con mi nombre y las contraseñas las complico según el sitio donde me vaya a registrar. A veces echo de menos una central de registros al que se adhieran todas las páginas. Hacer click y registro automático. Microsoft lo intentó con Passport y le respondió un sindicato de afectados con su Liberty Alliance. Y ya no recuerdo nada parecido.
Unas de las discusiones sobre esta central de registros era que algunos creían amenazado el anonimato. Una sola empresa con los datos de todos. Nada es pacifico. En el lado más exagerado, hay organizaciones que defienden esa privacidad y nos ofrecen todo tipo de herramientas para ocultarnos. Podemos encriptar nuestros correos, hacer desaparecer todo rastro mientras navegamos, cerrar nuestros equipos al exterior y hasta poder poner un PC como cebo para que todos los ataques lleguen al él. No le estamos haciendo demasiado caso a estas iniciativas. Una buena parte de los peligros actuales en seguridad informática es la cantidad de PCs que son usados como origen de ataques, sin que lo sepan sus dueños, los zombis. Madrid es la capital con más zombis de Europa. Por algo será.
En cambio, en muchos foros de la web 2.0, como son los blogs, por ejemplo, el anonimato ha de ser puesto en cuarentena. Si opinas has de dar la cara y mantener esas opiniones. El anonimato se ha usado para descalificar o insultar con menos riesgos. En otras circunstancias, estar identificado es una necesidad. Una persona perdió un trabajo por que no salía su nombre en Google. Algunos padres buscan los nombres de sus futuros hijos para ver si son del montón y aparecen demasiados registros.
Lo cierto es que puedo dar el nombre inventado, la cuenta de correo de un servicio gratuito y difamar a gusto como si usara el más vil de los anonimatos. Anonimato que a veces es necesario mantenerlo. Hay denuncias o noticias que es mejor conocerlas pero quien las pregona no puede dejar demasiados rastros. Hay países que son verdaderos campos de concentración.
Esta discusión es para justificar la necesidad de filtros. El problema es como poner límites. En principio la libertad que se deja al mal uso de ella, beneficia al buen uso. Si hubiera un control previo a la libertad, esta no podría darse, ni para bien, ni para mal. La educación mínima, la netiqueta, se han intentado consensuar para no limitar la libertad de expresión. Me temo que sin éxito.
Entonces, ¿quién es quién en Internet? ¿Sólo los que nos identificamos? ¿Los que dejamos un rastro coherente aún detrás del anonimato? El nombre es muy importante, podemos pensar. La doble vida en Internet es una impostura, una falta de personalidad, una crisis de adolescente, etc…
Y el bueno de Shakespeare me pone en mi sitio:
El pobre Romeo, salta la valla del la casa de su amada, se coloca debajo del balcón de Julieta y la escucha tras dudar que hacer:
ROMEO.- ¿Qué hago, seguirla oyendo o hablar?
JULIETA.- No eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y qué quiere decir Montesco? No es pie ni mano ni brazo, ni semblante ni pedazo alguno de la naturaleza humana. ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaría de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo. De igual suerte, mi querido Romeo, aunque tuviese otro nombre, conservaría todas las buenas cualidades de su alma, que no le vienen por herencia. Deja tu nombre, Romeo, y en cambio de tu nombre que no es cosa alguna sustancial, toma toda mi alma.
Aquí empieza la discusión. Uno de los mejores personajes que conozco en foros se hace llamar Gorki. Lo necesita. Su trabajo esta relacionado con lo que comenta. Otro tiene un blog muy celebre, «Consultor anónimo» (esta semana acaba de dejar de serlo. Lo de anónimo, quiero decir). Una chica que tiene una verborrea infinita, se hace llamar silens (algo así como si a mi me da por llamarme «El cuerpo». Así hasta los más increíbles: «dolce vita», dragonman, enxeberee,…
Mientras, Julieta libera a Romeo de lo que significa su nombre, su familia, el donde nació, su tribu, su raza. Ella le amará si él es capaz de esa renuncia. Ella no usará sus prejuicios para dejar de amarle. No es poco. Para la época en que se desarrolla el drama, como poco, te mandaban a un convento. Supongo que Romeo, dejándose llevar por estos primero momentos, habría dicho «lo que haga falta». Una vez que saltas una valla no vas volver porque no quieras cambiar de nombre. Pasados unos días, ya me costaría verle aceptar el nuevo nombre si fuera Pepelu o Fetuchin, «silens», «Gorki». Una cosa es el amor y otra las gilitonteces.
Ante la Julieta, Internet, nosotros, los romeos, nos hemos vuelto medio locos. Algo así como una fiebre. «Soy yo mismo». Pero me escondo de ser hombre, siendo mujer, de ser blanco, siendo negro, de viejo, en joven, de catalán, en sueco. Cogemos todo lo que consideramos limitaciones para sacar nuestro verdadero yo y montamos otro. Otro. Para ocultar el verdadero y, en el peor de los casos, porque consideramos más verdadero el de Internet. Pero otro. Impresiona ese alarde de hacerse a si mismo en paralelo.
En medio de todo noto como ha vuelto el optimismo de los primeros días del punto com pero con una gran carga critica detrás. Para algunos gurus del medio estar online es una especie de bautismo para entrar en el Paraíso Perdido. No ven más que un avance continúo y constante de la humanidad hacía un estado de perfección nunca vista. Para otros el medio esta al servicio de multinacionales imperialistas y todo es poco por liberar a la red de redes de ese poder. Para unos pocos todo se ha vuelto un universo de adolescentes descerebrados, psicópatas, pederastas, ladrones y demás ralea han encontrado la forma de hacerse un hueco. Hay mucho más críticos que hace unos años, cansados de que les vendan otra vez lo que ahora se parece más a un batiburrillo sin un fin claro.
Los peligros de la red, el escaparate de todas las bajezas lucha en medio de uno de los avances más espectaculares del ser humano. La necesidad de tener intimidad, privacidad, la defensa de lo más elemental de la ética, de la educación, pugna con las más altas cotas de realización personal que se me ofrecen. Puedo compartir los contenidos libres de universidades, organismos internacionales y nacionales, mis ideas y mis inquietudes con personas que, de otra forma, no conocería, construir con otros muchas ilusiones que hubiesen sido eso, meras ilusiones.
Y eso es lo que pasa para bien o para mal. No hay distancia entre lo que soy y lo que vivo en Internet. Soy la misma persona. Julieta nos pide que renunciemos al nombre, sin duda, por que no es algo sustancial. Ya sea de forma anónima o no, soy yo quien actúo en Internet. No es mi sexo, ni mi raza, ni cuando ni donde he nacido. La Internet nos hace mil veces más responsables. No podemos echar la culpa a nadie. Hemos tecleado nosotros cada palabra. La hemos pensado, leído mientras escribíamos. Las respuestas que recogemos y las discusiones que provocamos son para nosotros, nos escondamos o no. Las leemos nosotros.
Por eso quienes se esconden haciendo coro a ideologías que ha sembrado de terror todo el siglo XX, los que sólo repiten ideas de otros hasta el amanecer, los que se hacen fuertes sólo acudiendo a lugares donde les dan la razón de antemano ¿qué han encontrado en Internet? Nada. Bueno, un lugar más extenso, más coral para sus miserias.
La red es para personas, empresas y organizaciones vivas, llenas de inquietudes. Para navegar hay que renunciar a todo lo que no es humano, a lo que no es sustancial, a todo lo que, en la vida que llamamos real, es una cárcel de crista
l. Navegando uno se retrata como persona, cuales son sus esclavitudes y sus más íntimos deseos. Para ello la Internet ha reflejado nuestro mundo como en un espejo de forma nítida. ¿Por qué teníamos que pensar que el mito del progreso infinito iba a sobrevivir en la Internet? ¿Por qué iba a ser otro espacio del pensamiento único? ¿Por qué los monopolios de la opinión, la información y la formación no iban a ser los primeros en caer? Trasladar las cárceles de la vida real a la red es un sin sentido. Pensar que es un medio más hábil para el mal, un error. Nunca nos hemos retratado de forma tan perfecta aunque no nos guste lo que vemos. Es la vida real la que se esta quedando corta, limitada, para enfrentarse a la virtual. Vivir de forma anónima, para lo que yo deseo ser, puede ser una necesidad, una pose o un engaño. Anónimo o no, mi rastro nunca ha sido más denso.